Hablamos de correr: os cuento hoy mi debut en larga distancia. Y no era una distancia cualquiera, no era sencillo, hablamos del medio maratón de Valencia. Mi primera distancia larga y en una cita tan importante como un campeonato mundial.
La verdad es que estaba cargada de motivación y las sensaciones eran buenísimas respecto al objetivo. A pesar de ser muy ambicioso, no dejé de creer que podía hacerlo. También sentí miedo en ocasiones, ya que aún estoy tomándome la medida.
Pero quería probarme para sentir aquello que me cuentan mis clientes en consulta. Ponerme en sus zapatos para poder mejorar en mi terreno profesional.
Las condiciones físicas acompañaban, dejando de lado algunas molestias que afortunadamente no aparecieron el gran día.
Los entrenamientos fueron duros en muchas ocasiones a causa de la carga, no estaba familiarizada con esos ritmos y sufrí en algunos momentos. Pero ganaron los días en los que quedé satisfecha, en los que regalé diez minutos más al tiempo marcado y en los que me sentí ligera.
Y la verdad, sacrificarme para cumplir con los entrenamientos me hacía sentir muy bien. Estaba orgullosa al salir a entrenar con lluvia, con viento, sola o con el grupo de «pistas» (los jueves en el cauce del río). Ellos me motivaban para seguir, ya sea animándome directamente o simplemente viendo lo resistentes y rápidos que son. No pretendía llegar a hacer sus marcas, pero es cierto que entrenando con gente mucho más preparada que yo, tuve casi la necesidad de subir el nivel.
También la parte mental…
Por formación profesional, empecé a prepararme también a nivel psicológico, ya que tenía que estar lista para el gran reto y para hacerlo sola. Esa era la idea inicial, correr sola y hacerlo con el mayor bienestar psicológico posible.
Para ello me informé de los suplementos que debía tomar y empecé a probarlos en entrenamiento, para ver cómo me sentaban. Eso me daría tranquilidad. Y como todos sabéis, nunca hay que hacer nada nuevo el día de la carrera. Así que, ¡glucosa para el cuerpo! El día que lo probé iba por la Avenida de Tarongers (que formaba parte del recorrido del medio maratón), con un aire bastante fuerte; el gel me cargó tanto las pilas que dejé de sufrir casi de inmediato… ¡Ya lo tenía! Usaría eso en carrera…
A dos semanas del gran día, empecé a sentir nervios y me di cuenta de que era el momento de introducir ejercicios de relajación extra. Para mitigar esa ansiedad empecé a hacer técnicas de control de la respiración, usando una muy particular que se hace en yoga y a mí me funciona muy bien. La hacía dos veces al día, porque es un ejercicio muy breve, de apenas dos minutos. De esta manera me sentía mucho mejor, más relajada y además sentía que tenía ese arma por si ese día me traicionaban los nervios. ¡Estaba haciendo todo lo que estaba en mi mano y eso me tranquilizaba!
También le pedí feedback a mi entrenador sobre mi estado físico «¿cómo me ves?». Tenía miedo y lo percibió de inmediato, me contestó que lo iba a conseguir y que llegábamos. Que me tranquilizara.
¡Correría con liebre!
Hubo algo que marcó la diferencia: un compañero se ofreció para acompañarme en el recorrido, hacer de liebre. No sabía lo que se sentía corriendo con alguien marcando el ritmo, pero de inmediato dije que sí porque sabía que sería un alivio no tener que preocuparme de ciertas cosas.
¡Y menos mal! Esto fue lo que hizo que llegara en el tiempo que quería…
Vicky Cervera
Psicóloga de Sanus Vitae
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